¿De qué va el lío este de los chalecos amarillos en Francia?

Respuesta rápida: ni idea.  Lo que sí sabemos los cruasanes es que hay que tener cuidado cuando se saca a los franceses a la calle, porque luego es difícil frenarles. Acuérdate de 1789, cómo acabaron los reyes y eso. Las frutas en la frontera española…

Ayer un exaltado amenazaba con hacerse explotar en una gasolinera si el Gobierno no recibía a los «gillets jaunes». Hay dos muertos en trifulcas y accidentes. Cerca de 600 heridos. Así para empezar, en la primera semana.

Lo más explosivo de este movimiento es que no tiene pies ni cabeza. «Popular y espontáneo» dicen. «Desde la base» aseguran. El Frente Nacional de Marine le Pen o la France Insoumise de Jean-Luc Melenchon les apoyan, pero básicamente es un movimiento nacido del cabreo. Y ten cuidado con un francés cabreado.

Entonces se mezcla todo. En los piquetes ha habido insultos racistas, caza de inmigrantes irregulares… Uno de los peores incidentes ocurrió cuando un chaleco amarillo fue a atropellar a otros chalecos amarillos porque se habían peleado por nosequé.

Ahora un grupo de tarados está convocando protestas en el domicilio de los diputados de La Republique en Marche, el partido de Emmanuel Macron.

En la Reunión el movimiento ha hecho estallar toda la rabia de la población más pobre y la isla está paralizada.

Flipando

Resumiendo: es un follón. Que flipas. Y «ça fait fliper»: da miedo. Porque quien me dice a mi que el día que me paren los gillets jaunes no me van a insultar por mi cara de moro, por mi acento español: vuélvete a tu casa, que nos quitas el trabajo.

Y no, no son «toda Francia» luchando contra el precio de los carburantes. La foto esta era de 2015, en una gran marcha contra el terrorismo.

Veremos lo que ocurre hoy en París, pero me apuesto 257 cruasanes a que no hay un millón y medio de manifestantes como aquel día. Sonoro, sí. Porque cuando bloqueas autopistas, refinerías o fronteras, haces mucho ruido, pero no es «toda Francia».

¿Son los más pobres contra los ricos?

No, como recordaba Jean Quatremer, los verdaderos pobres de Francia no tienen casi ni para el autobús, y no tienen casi autobuses. Así que no se ven afectados por la subida de impuestos al carburante.

Se nutre de una clase media muy cabreada, y seguramente con razón, de llegar a fin de mes por los pelos. Del extrarradio y la Francia rural que tiene unos transportes desastrosos. Necesitan el coche y no pueden asumir pagar 50 o 70 euros al mes más de gasolina. Es un cabreo difuso, que lo mismo se vierte contra el Gobierno, que contra el paquistaní de la tienda de la esquina.

Los que nos interesamos por que el mundo cambie tendemos a simpatizar con las protestas. Pero este movimiento es más el sueño húmedo de Steve Bannon, ideólogo de Trump, una fantasía de Putin, que una revolución inspirada por Noam Chomsky. «Se me hace raro que haya gente en lucha y no estar de acuerdo» dice una amiga de izquierdas de toda la vida. Los «Gilets Jaunes» más que cambiar el mundo, quieren mantenerlo, como era en los buenos años de bonanza: comprar, comprar, comprar, ir en coche hasta a la panadería…

Y también ir al cine sin arruinarse, al teatro, o tener pasta para poder cenar en el restaurante. Eso, se entiende.

El chaleco amarillo es un movimiento de esta era chunga de las «fake news» que vivimos. Muy redes sociales. Los tipos se calientan la cabeza compartiendo  -mayormente sandeces mezcladas con verdades, que son las más peligrosas- en las redes sociales y cuando van ya bien calentitos salen a la calle a bloquear una rotonda, una gasolinera, un peaje de autopista, la casa de un diputado.

 

Jaque al rey

Un difícil enroque para el Gobierno de Emmanuel y Edouard (¿o era Philippe?). Porque si no haces nada, habrá más muertos y más heridos, más agresiones racistas, algún día un político de LRM será agredido seriamente.

Y si quieres hacer algo, ¿Con quién hablas? No hay un interlocutor. ¿Vas a ir por todos los grupos de Facebook intentando calmarles?

Personalmente me toca las narices que suban el carburante «por la ecología» cuando el transporte marítimo o el aéreo, que son los más contaminantes, tienen holgadas exenciones de impuestos.

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Pero entiendo que si el Gobierno de Macron y Philippe (¿o era Edouard?) ceden a este pulso, es el fin, porque en el próximo conflicto volverán a salir a la calle, a patrullar las carreteras y autopistas…  y en el próximo, y en el próximo, y…

Da miedo que un movimiento así decida.

Pero Philippe – Edouard – Philippe, y Emmanuel Macron I también se lo han buscado. Macron, que camina a 20 centímetros del suelo, arreglando a su manera la política internacional, y Eduardo Sancho Panza Philippe, no se han dado cuenta de que han perdido a buena parte de la población. Esa que está en la calle.

Iban tocando la flauta de Hamelin tan fuerte, tan bien, tan contentos por su sorprendente victoria en las Presidenciales, fueron tan lejos, que no se han dado cuenta de que ya nadie les seguía.

«Bon courage» como se suele decir.

De momento, los flautistas no van a poder salir a la calle hoy. El Elíseo está blindado por barreras de seguridad.

Ambientico.

«Merci de votre compréhension»

En el hotel

«Pues yo creía que los franceses tenían la mejor administración…». Esta ha sido mi frase del día. Me la ha dicho una mujer que, como yo, se ha quedado bloqueada en el aeropuerto Charles de Gaulle de París. Su cara de cansancio no entendía porqué en en el «país de las huelgas», del bienestar social, algo como la coordinación de vuelos anulados podía ser tan complicado. Lo sé, España tampoco es el ejemplo contrario. Pero no escribo por comparar.  Hoy, desde mi habitación de hotel improvisado, recuerdo las tres horas de espera en una cola de atención al cliente y a una única persona cambiando billetes.

Al cabo de dos horas ha llegado un segundo «compañero» y al cabo de una hora más me han dicho que me tenía que ir a un hotel. He tardado una hora y media en coger un autobús que me llevara a mi nuevo destino. He esperado bajo la nieve a -4 grados y he creído perder mis dedillos de los pies. Hasta ahí me diréis, bueno, mala suerte amiga, en invierno ya se sabe que uno no se puede fiar del tiempo…pero hay algo que me enerva soberanamente.

Y es que hace tan solo una semana, París vivió el mismo caos. El primer ministro François Fillon denunció a Meteo France por no haber anunciado con anterioridad la llegada de la nieve. Decidieron que aquello no podía volver a ocurrir. París es la gran capital y con ella no se juega. Caos de declaraciones, contradicciones. Al final, el gobierno entonó el «mea culpa«. Pero la nieve volvió por supuesto. Y los cambios se hacen esperar, sobre todo en cuanto a la coordinación, 60% de los vuelos han sido anulados hoy en Roissy. Y parece que la cosa va a empeorar.

Caos pero sin perder el buen sentido de la amabilidad francesa que ahí está, impertérrita. Y con una sonrisa algo cínica, también recuerdo el obligado «merci de votre compréhension» (gracias por su comprensión), y al azafato de Air France evitando mi mirada y haciéndole una señal al siguiente pasajero extraviado, le ha llegado el turno.