Cruasanes, ya estoy de vuelta. Mi ramadán ha sufrido varios cambios estos últimos días. Nota positiva: por fín he dado con la fórmula mágica para resistir tantas horas sin comer. Ahora vivo por la noche. Vale, ya sé que no hace falta ser un crack para llegar a tal conclusión, pero no es tan fácil. Una de las cosas negativas del ramadán es el cansancio. Duermes durante el día, duermes por la noche, duermes a todas horas. Viviendo por la noche ganas horas para comer y las horas de sol se hacen más cortas al pasarlas durmiendo…
Una serie de circunstancias me llevaron, el jueves pasado, a hacer un reportaje sobre el puerto de pesca de Lorient. Es el segundo puerto más importante de Francia detrás de Boulogne-sur-mer. Lo dirige una mujer, Angèle Bergelin. Una campeona de 1m80 que ha conseguido hacerse un sitio en un mundo dominado por los hombres. Lleva un año en Lorient y cada noche, a partir de la 1 y media de la mañana, llega a su lugar de trabajo para dirigir la lonja, la venta y subasta del pescado, evitar los piques de los pescadores, los bloqueos de precio cuando le llega el turno al atún, tesoro cotizado. Angèle se pasea con su walkie. Huele a pescado pero admite que le da igual, le apasiona su trabajo. Los pescadores la miran de reojo, con un cigarrillo en la comisura del labio, mientras ella corre de un lado a otro estrechando la mano a todo el mundo.
El jueves por la noche llegué a casa a las 8 de la mañana apestando a pescado pero feliz por haber descubierto una profesión tan chula y haber conocido a tanta gente interesante. Al día siguiente me fuí de fiesta. También llegué a casa a las 8 de la mañana, feliz por haber bailado en un bar en el que no había gaitas. En los dos casos me desperté a las 4 de la tarde al día siguiente, así, cumplir con el ayuno del Ramadán, es pan comido…