Cruasán Ramadán: día 2

Cruasanes, muero de hambre. Estoy totalmente aplatanada. Sin embargo, ayer viví un super momento a las 21:40, hora del anochecer en Lorient. Me comí un enorme plato de arroz con leche para vengarme de todos aquellos que habían comido delante de mi durante el día.
El ayuno se rompe mediante leche y dátiles. En cuanto se prueba algo de comer, el musulmán se pone a rezar. Al cabo de una media hora termina la oración y se pega el festín, el de verdad. Yo no recé pero dejé que Sami me tomase la mano mientras recitaba un rezo en voz alta. Diez minutos más tarde nos llamaban sus padres para felicitarnos por haber superado el primer día de ayuno.  Y a continuación elegimos un restaurante y me puse tibia: carne, patatas fritas, ensalada, tarta de manzana, helado de vainilla, coca cola, cigarros y olé! Me compré un bollo de chocolate para mi desayuno (previsto a las 5:30) y me fuí a dormir porque estaba muerta. Mi pobre estomago se alegró de haber ingerido comida pero se quejó de mi ansiedad así que me tuve que dar un paseo tras el atracón.
Al cabo de las cinco horas de sueño me desperté para tomar el desayuno. Y ahí, cruasanes míos, viví el momento mas ridículo de esta experiencia: me pregunté porqué estaba yo sentada en mi cama tomándome un litro de leche y chocolate cuando debería estar durmiendo y soñando felizmente. Me sentí idiota. Comiendo y bebiendo  con los ojos medio cerrados.
Es como si decides celebrar la navidad y no ves ni un arbol decorado, ni hace frío, nadie se ofrece regalos, eres la única persona que se levanta para los Reyes Magos…no tiene ningún sentido. No veo ninguna coherencia en lo que estoy viviendo porque solo conozco a UNA persona que lo esté viviendo conmigo.
Pero me sigue gustando hacerlo porque aprendo algo nuevo cada día. Como dice mi cruasán favorito, lo más importante es «tomártelo con zenitud». Hasta mañana…

Cruasán Ramadán: día 1

Mi colegui flo COMIENDO delante de mi a mediodia, pero me cae bien

Cruasanes, mi Ramadán no ha empezado precisamente como Dios manda. En Lorient amanecía esta mañana a las 6:57. El despertador sonaba a las 6:30 y sin dudarlo lo apagué , no regrets. «Que no se te olvide beber agua por la mañana, es super importante para aguantar el día» me decía mi colega Sami, musulmán de pura cepa. Mi espíritu vago y en vacaciones ganaba la partida. Los rayos de sol me despertaron a las 9:30: demasiado tarde, empieza la jornada de ayuno.

Las primeras horas no fueron mal. Me acostumbré al sonido extraño de mis tripas suplicando un desayuno y pude concentrarme en el trabajo. A mediodía hice una pausa para hacer la siesta, sin comer claro está, y me fue de gran ayuda. Me levanté con ganas de trabajar y con algo de sed. Acompañar a mi colega Florencia a hacer un reportaje sobre «el arroz con leche» fue la peor parte. Bueno, no fue la peor, la peor fue darme cuenta de que al «no creer», al no ser musulmana, mis ganas de Ramadán flaqueaban con más facilidad. Si no fuera por Sami, me sentiría terriblemente sola. Todo el mundo come a mediodía, entre horas, en las pausas-café, con el cigarro, ¡se come! Comemos mucho.

En Lorient anochece a las 21:40. Sami y yo ya hemos elegido un restaurante para celebrar nuestro primer día de Ramadán superado. Más mañana…

Cruasán Ramadán

Cruasanes, el Ramadán comienza en unas horas. El mundo musulmán se prepara para 28 dias de ayuno. Y desde nuestro blog, hemos decidido, siempre con el mayor de los respetos, vivir de primera mano esta experiencia. Sin ánimos de imitar a Samanta Villar (ni muchísimo menos, queremos ser mas profesionales), os contamos el día a día de una persona no creyente que, guiada por un musulmán, vivirá este periodo de recogimiento. Las horas pasan, el Ramadán comienza.

El canto de un muecín de la Meca para ambientar, cortesía de The free sound project.