- Nota: el mismo día de la publicación de esta entrada, enviada a la empleada del banco, el problema fue solucionado. Qué cosas.
Mientras escribo esta entrada el Banco Santander está ganando dinero. Vale, eso es una obviedad. Pero es que está aumentando la deuda ficticia que presuntamente tengo, yo, expatriado de larga duración, a pesar de que hace varios años que no utilizo su dichosa cuenta corriente. Y yo estoy cada vez más cerca del registro de morosos.

Uno emigra pero mantiene su vieja cuenta corriente abierta, casi por nostalgia.
Y bueno, por evitar pagar los gastos bancarios cuando vuelves a España, para hacer más fácil alguna transferencia y para recargar el teléfono móvil en los cajeros…
Pero vamos, sobre todo por pura morriña. Por guardar un lazo.
La dejé de utilizar, entre otras cosas, porque para cambiar el domicilio había que activar la diplomacia europea: consulado, certificado… ¡Solo me faltaba pedir autorización al G7!
Como buen cruasán ambulante uno es tirando a perezoso para estas cosas del papeleo. Así que no podía recibir mi nueva tarjeta (de débito) y ya no me interesaba mucho utilizar esa cuenta.
Pero no la cierras. 50% por nostalgia, 48% por pereza y 2% por si acaso.
Un día ¡sorpresa! cartita del Santander. En mi domicilio francés. Casi te hace ilu.
Sorprende, ya que me dijeron que era complicadíííííssimo cambiar el domicilio. Mira qué fácil me han encontrado. Allá por diciembre, finales de noviembre.
Sopresa, sorpresa. Leo así por encima… Cargo de 9 euros en su cuenta a través de PayPal.
Bueno, pues nada, el dichoso PayPal que ha elegido la tarjeta equivocada. Cosas que pasan en los internetes. Sorpresa, porque no es una cuenta de crédito y sin fondos no deberían aceptar la transacción.
Casualidad, voy a España en breve.
Voy a la primera sucursal que me pilla a mano. Respuesta: «Debe usted 58 euros». Así. ¿No eran 9? Sí, ahora son 58. Sorpresa. No he recibido otras notificaciones, porque era «muy complicado» cambiar el domicilio de mi cuenta.

Por supuesto, en la sociedad hiperconectada del siglo XXI la única opción para intentar resolver esto es «acudir a su sucursal» que por supuesto cierra a las 14:30 (debían ser las 14:10) y no abre hasta el lunes.
Y buenos días tenga usté. Me cierre la puerta al salir, que está refrescando. Ah no, que es automática.
Por casualidad la hora de mi vuelo de vuelta (viajecito corto) me permite levantarme a las siete de la mañana -en lugar de aprovechar tranquilamente mi última mañana en España- para dirigirme a la susodicha sucursal.
Bondades de la banca del pleistoceno en la era de Internet.
Después de atravesar con dificultad el control de seguridad (con la maleta es complicado) una señorita de lo más amable, me hace firmar un papel con la fotocopia del DNI.

Cuenta cancelada, «y no creo que haya problema para retroceder los cargos» me dice sonriente. Qué simpática. Qué eficiente. «Me manda usted un email» (me pasa la tarjeta de visita) «y le voy informando».
Pues qué bien. Qué fácil, me sobra tiempo para dar un paseíto -eso sí, maleta en mano- y aprovechar el sol patrio, que luego lo voy a echar de menos. A otra cosa mariposa.
Unos días después le mando un mail a la pizpireta empleada, con mi nombre y DNI en el objeto como me pidió amablemente.
Respuesta, al límite del surrealismo: necesito que me facilite el NIF para consultar sus datos.
Obviamente respondo: «está en el objeto del mensaje». Y repito el DNI en enormes caracteres. Por siaca. Le pregunto cómo puedo hacer para pagar los 9 euros de PayPal. El resto no, porque me parece un abuso.
Y nada. Y nada. Y nada. E insisto. Y nada. E insisto. Y nada.
La sucursal de cuyo nombre no quiero acordarme no responde jamás al teléfono.
Unos 15 días después vuelvo a mandar un mail. Cabreadillo, ya que en la banca líder en Europa, en la era de Internet, no puedes hacer gran cosa si no puedes acudir a tu sucursal.
Debió salirme bien el email porque la empleada exsimpática me respondió.
«Rafael, como ya le dije, los cargos que le hace paypal nosotros no podemos devolverlos. Es algo que tiene que solucionar con ellos.»
Euh… El cargo que me hace PayPal son 9 euros. Mi problema son los otros 58 euros que me carga el banco para el que trabajas, my dear. No se lo dije con estas palabras, pero era la idea. También le pregunté si habían cerrado la cuenta como me dijo.
Nunca más se supo.
❆ ❆ ❆ ❆ ❆ ❅ ❅ ❅ ❅ ❄ ❄ ❄ ❄ NAVIDAD ❄ ❄ ❄ ❄ ❅ ❅ ❅ ❅ ❆ ❆ ❆ ❆ ❆
Qué bonito volver a casa por Navidad, ese momento tan especial para cualquier expatriado… El turrón, los mazapanes, esas cositas.
Encender el teléfono con la tarjeta SIM española y… ver 8 llamadas perdidas de un número desconocido (en un teléfono que no uso nunca). Con fechas distintas. Vaya urgencia.
Llamar de vuelta con el poco saldo que queda en la tarjetita y… ¡Sorpresa! Es el mismísimo Departamento de Gestión de Cobros del Banco Santander al aparato, que le da la bienvenida a España recordándole que su deuda sigue aumentando. Lo único que pueden hacer por mí es abrir una «incidencia». Y Feliz Navidad.
Como el Departamento de Gestión de Cobros del Banco Santander está gestionado en realidad por una maquinita que llama a los pobres morosos en bucle, te siguen llamando, aunque ya hayan registrado la «incidencia».
———————————— VUELTA AL COLE —————————————
Rápido se acaba lo bueno.
Au revoir los polvorones, hay que volver al tajo. En vacaciones me olvido de la sucursal y del Departamento de Gestión de Cobros del Banco Santander, todo contento con mi incidencia abierta.
Al volver a Francia, cartita del Banco Santander, para recordarme que debo un pastizal debido a un cobro, bla, bla, bla… Bienvenido a tu país de acogida.Y Feliz Año nuevo también.
Ante tanto acoso un día intento llamar a la sucursal. Y nada.
Así que llamo a mi viejo amigo el Departamento de Gestión de Cobros del Banco Santander que tan bien me había recibido en España.
Me dan más números de teléfono de la sucursal de cuyo nombre no quiero acordarme y hablo con un chavalín, despistao, que me dice que eso sólo lo pueden gestionar el director o el subdirector y que no están disponibles, pero que lo siente todo mucho y que llame el jueves que seguro que tiene algo resuelto.
Llamo el viernes, para no agobiar. Allí no responde ni el tato. En ninguno de los 4 números de la sucursal. Ni el martes, ni el miércoles, ni la semana de después.
Me pregunto si tienen consigna de no responder a ningún número extranjero. O algo.
Entonces vuelvo a llamar a mi querido Departamento de Gestión de Cobros del Banco Santander, que son los únicos que me escuchan:
Que la incidencia ya está enviada pero que la sucursal no ha respondido. La amable señorita aprovecha para recordarme que lo próximo será integrar el célebre fichero de morosos. Gracias, buenos días.
Entonces me empieza a dar pena la sucursal. Imagino una escena de The Walking Dead, apocalíptica, con todos los empleados supervivientes muriendo de inanición.
Consigo sobreponerme a la inquietud para llamar al Departamento de Reclamaciones del Banco Santander, por esto de dejar constancia del despropósito aquí narrado.
Un chaval muy bien entrenado en esto de la escucha del reclamador me deja desahogarme tranquilamente prometiéndome que recibiré un email con el número de reclamación.
Sigo esperándolo.
Porque en la era de Internet, el primer banco de Europa, no puede realizar llamadas ni enviar mensajes de texto a números de teléfono extranjeros. Y francamente, no me apetece que el Departamento de Cobros del Banco Santander o el Departamento de Reclamaciones del Banco Santander se traguen el saldo que tiene mi tarjeta SIM española en roaming.
Así que como me supo a poco desahogarme con mi amigo y confidente del Departamento de Reclamaciones del Banco Santander pero que nunca respondió a mi reclamación, le quité el polvo al blog y escribí esta entrada.
Porque me imagino que habrá unos cuantos, no sé cuántos, expatriados en situaciones similares. Lejos de las sucursales de cuyos nombres no queremos acordarnos y con un pie en el registro de morosos.
La industria del cobro va viento en popa y a pesar de que las empresas están claramente abusando y siendo sancionadas por ello, aquí no pasa nada. De nada.
Y claro la otra opción es pagar. Dejarse robar.
Enhorabuena por su modelo de negocio. Y bueno, yo conozco internet, mis derechos, sé activar los resortes necesarios… Pero qué no harán con las viejecitas de Soria. Lo que quieran.
Impresionante por cierto la labor de acoso del Departamento de Gestión de Cobros.
La banca siempre gana y en este caso gana más cuanto más inútiles sean en la sucursal.
Sra. Botín, los de Cobros se merecen un aumento, hágame caso.
- Nota: el mismo día de la publicación de esta entrada, enviada a la empleada del banco, el problema fue solucionado. Qué cosas.