…y por el sol español, la playa, la marca del bikini, los gintonic de después del último baño ¿qué queréis que os diga? Sí, me comprometí a dejar de comer durante 28 días. No, a mi no me pagan como a Samanta Villar. Sí, saltármelo con unas bravas es la mejor opción para dejar de creer. No, no creo (en el Islam quiero decir…). Pero ésto es tan real como la vida misma. Vives expatriada, echas de menos a tu mamá, a tus amigos, a tu abuelina… y todos esos reencuentros van acompañados de un arroz con leche o de una taza de Albariño ¿o no? La próxima vez seré más cauta, creo.
En fin, además de mis momentos gastronómicos, este último mes he estado investigando las mil y una maravillas de la informática . Entre otras cosas he rodado mi primer corto (se llama Nicolator 1 y no es apto para menores de 30). También me he puesto las pilas con marcianitos de otro planeta llamados Photoshop y Final Cut (ahora entiendo la tele). Me he cortado el pelo y no me he comprado fascí-culos pero me siento como si lo hubiese hecho. Septiembre es un poco como fin de año. No hay uvas, hay atascos. Sin embargo, muchos nos apuntamos al gimnasio, cambiamos algún color del armario o movemos un mueble. Son objetivos, menos comprometidos que el Ramadán, pero objetivos también importantes. A ver cómo se nos da esta vez.