«Merci de votre compréhension»

En el hotel

«Pues yo creía que los franceses tenían la mejor administración…». Esta ha sido mi frase del día. Me la ha dicho una mujer que, como yo, se ha quedado bloqueada en el aeropuerto Charles de Gaulle de París. Su cara de cansancio no entendía porqué en en el «país de las huelgas», del bienestar social, algo como la coordinación de vuelos anulados podía ser tan complicado. Lo sé, España tampoco es el ejemplo contrario. Pero no escribo por comparar.  Hoy, desde mi habitación de hotel improvisado, recuerdo las tres horas de espera en una cola de atención al cliente y a una única persona cambiando billetes.

Al cabo de dos horas ha llegado un segundo «compañero» y al cabo de una hora más me han dicho que me tenía que ir a un hotel. He tardado una hora y media en coger un autobús que me llevara a mi nuevo destino. He esperado bajo la nieve a -4 grados y he creído perder mis dedillos de los pies. Hasta ahí me diréis, bueno, mala suerte amiga, en invierno ya se sabe que uno no se puede fiar del tiempo…pero hay algo que me enerva soberanamente.

Y es que hace tan solo una semana, París vivió el mismo caos. El primer ministro François Fillon denunció a Meteo France por no haber anunciado con anterioridad la llegada de la nieve. Decidieron que aquello no podía volver a ocurrir. París es la gran capital y con ella no se juega. Caos de declaraciones, contradicciones. Al final, el gobierno entonó el «mea culpa«. Pero la nieve volvió por supuesto. Y los cambios se hacen esperar, sobre todo en cuanto a la coordinación, 60% de los vuelos han sido anulados hoy en Roissy. Y parece que la cosa va a empeorar.

Caos pero sin perder el buen sentido de la amabilidad francesa que ahí está, impertérrita. Y con una sonrisa algo cínica, también recuerdo el obligado «merci de votre compréhension» (gracias por su comprensión), y al azafato de Air France evitando mi mirada y haciéndole una señal al siguiente pasajero extraviado, le ha llegado el turno.

El Cruasán Ramadán se dejó llevar por las tapitas del bar…

…y por el sol español, la playa, la marca del bikini, los gintonic de después del último baño ¿qué queréis que os diga? Sí, me comprometí a dejar de comer durante 28 días. No, a mi no me pagan como a Samanta Villar. Sí, saltármelo con unas bravas es la mejor opción para dejar de creer. No, no creo (en el Islam quiero decir…). Pero ésto es tan real como la vida misma. Vives expatriada, echas de menos a tu mamá, a tus amigos, a tu abuelina… y todos esos reencuentros  van acompañados de un arroz con leche o de una taza de Albariño ¿o no? La próxima vez seré más cauta, creo.

En fin, además de mis momentos gastronómicos, este último mes he estado investigando las mil y una maravillas de la informática .  Entre otras cosas he rodado mi primer corto (se llama Nicolator 1 y no es apto para menores de 30). También me he puesto las pilas con marcianitos de otro planeta llamados Photoshop y Final Cut (ahora entiendo la tele). Me he cortado el pelo y no me he comprado fascí-culos pero me siento como si lo hubiese hecho. Septiembre es un poco como fin de año. No hay uvas, hay atascos. Sin embargo, muchos nos apuntamos al gimnasio, cambiamos algún color del armario o movemos un mueble. Son objetivos, menos comprometidos que el Ramadán, pero objetivos también importantes. A ver cómo se nos da esta vez.