Lo anunció hace cinco meses y Nicolas Sarkozy, más que cambiar el Gobierno, lo ha podado. Ha quitado lo que le sobraba:

Jean Louis Borloo, que siempre parece que se acaba de levantar, es de centro y se las da de ecologista. Su cargo era «ministro de Estado, ministro de Ecología, de Energía, del Desarrollo Sostenible y del Mar» (en serio).
La secretaria de Estado Fadela Amara, presidenta y fundadora de Ni Putas ni Sumisas, una feminista de origen argelino que entró en el Gobierno prometiendo hacer algo por los jóvenes de los suburbios y se ha ido prometiendo hacer algo.
El ministro de Exteriores Bernard Kouchner, miembro fundador de Médicos Sin Fronteras, un poco histriónico a veces, o Rama Yade que tenía la virtud de hablar el mismo lenguaje que los jóvenes de los suburbios… gente así: los de la apertura que prometió Sarkozy al asumir el cargo.
La poda empezó hace tiempo con Rachida Dati, la de los lapsus.
El que también desaparece es Eric Woerth, tras comerse él solito la reforma de las pensiones, con la que se montó, y el escándalo Bettencourt, todavía sin terminar, pero esa es otra historia. Y vaya historia.
Y claro, para no dejar el Gobierno tan pelao ha llamado a sus colaboradores más fieles como el temible alcalde de Burdeos Alain Juppé… Y varios ex-villepinistas, sólo por pinchar, porque Sarkozy y Villepin andan a la gresca. Se queda el más temible aún Brice Hortefeux en Interior, un as de la seguridad y super amigo de Nicolas.
El análisis generalizado es que Sarkozy se protege con vistas a las elecciones de 2012.
Pero el mejor resumen ha sido el de la ministra de Economía Christine Lagarde, que sigue en el cargo: esta mañana ha ido a la radio y ha explicado que el nuevo Gobierno «es totalmente revolucionario, porque el principio de la revolución es dar un giro de 360 grados». Y a casita, o al Ministerio. ¿Ha metido la pata o se ríe de nosotros? se preguntan en Media Part.
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